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martes, 8 de marzo de 2022

DON CLAUDIO VICUÑA GUERRERO, EL ÚLTIMO GENTILHOMBRE

DON CLAUDIO VICUÑA GUERRERO 

Después de muchos años de una ardua y fatigosa labor de investigación recorriendo bibliotecas y museos, estudiando concienzudamente en textos de historia, revistas y diarios de la época y leyendo decenas de libros relacionados con el tema, puedo con mucho orgullo presentar este libro destinado a reivindicar la memoria  de un patriota que vivió en nuestras tierras y cuya vida ha sido ignorada ignominiosamente, oprobiosamente por las generaciones políticas pasadas.

DON CLAUDIO VICUÑA GUERRERO.

EL ÚLTIMO GENTILHOMBRE

DON CLAUDIO VICUÑA GUERRERO, no fue un personaje que pasara desapercibido por este  San Antonio de mala memoria.

Había nacido en Santiago, el 31 de diciembre de 1833, hijo de Ignacio Vicuña Aguirre y de María del Carmen Guerrero Varas. Casado con Lucía Subercaseaux Vicuña, con la cual tuvieron 9 hijos. Agricultor. Siempre  perteneció a las filas del partido Liberal Democrático, del cual fue Presidente desde 1896. Admirador y compañero de lucha del Presidente José Manuel Balmaceda. Ministro del Interior (1890-1891). Intendente de Valparaíso 81891). Debido al triunfo de la revolución, debió viajar al  exilio, dirigiéndose a Europa, regresando en 1895.

Diputado por Santiago (1876-1879) Senador por Santiago (1879-1885) y (1888-1891). Falleció en Santiago, el  01 de marzo de 1907.

Don Claudio Vicuña pagó un alto  precio por ser  fiel a su ideario político.

La guerra civil de 1891, se llevó a cabo entre los meses de febrero y septiembre de1891, como respuesta al conflicto social de la época y a la incesante pugna imperante entre el Congreso y el Presidente José Manuel Balmaceda. La llamada Revolución del 91, fue apoyada por algunos sectores del Ejército y de la aristocracia chilena.

Ramón Barros Luco incentivó la rebelión de algunos sectores del Ejército y de la Armada contra las fuerzas balmacedistas y  junto a Jorge Montt  y Waldo Silva Algueró, instauró una Junta de Gobierno. Esta Junta representaba los intereses  de los partidos  Conservador, Liberal, Nacional y Liberal Demo-crático.

Ramón Barros Luco fue el organizador y máximo líder de la mal llamada  “revolución del  91”, que más que luchar contra el Presidente Balmaceda, centró su batalla  en impedir que don Claudio Vicuña Guerrero asumiera la Primera Magistratura de la Nación. 

El 8 de marzo de 1891 se reunieron en una gran Convención los delega-dos designados en todo el territorio nacional sobre el cual ejercía soberanía el gobierno, para elegir al candidato que sucedería al Presidente José Manuel Balmaceda  a contar del 18 de septiembre de 1891.

La solemne asamblea se efectuó en el Salón Filarmónico del Teatro Mu-nicipal y fue presidida por el Senador Adolfo Eastman. Después  de los actos protocolares, la Convención eligió como candidato a la Presidencia de la República a don Claudio Vicuña Guerrero por 294 votos de los 296 convencionales presentes. 

El 25 de junio de 1891 se efectuaron las elecciones presidenciales y al mes siguiente (25 de julio) los Colegios Provinciales eligieron a don Claudio Vicuña Guerrero, Presidente de la República  de Chile para el período 1891-1896 por la unanimidad de sus miembros. Debía asumir el mando de la Nación el 18 de Septiembre, como era  tradición en el país.

Sin embargo, traicionado por sus propios correligionarios, resentidos, discrepantes, disconformes   por sus convicciones  político- económicas, no llegó a terciarse la Banda Presidencial.

        El 18 de septiembre, el Presidente Balmaceda completó su período cons -titucional. Llevaba 3 semanas asilado en la Legación Argentina (desde el 28 de agosto) y solo quería terminar su mandato presidencial sin haber cedido en sus prerrogativas presidenciales.”El Gobierno no me pertenece, es de Claudio Vicuña y de sus amigos”  le expresaba al Ministro francés Henri de Bacourt el día 16 de agosto de 1891.

José Manuel Balmaceda se suicida el 19 de septiembre de ese año.

Las derrotas sufridas por el Gobierno en los campos de Concón y Pla-cilla, alejaron la presidencia de Vicuña Guerrero.

El Presidente Electo Claudio Vicuña, el Almirante Oscar Viel, el  Senador Alfredo Ovalle,  Julio Bañados y unos pocos funcionarios del gobierno de-puesto, lograron llegar al muelle de Valparaíso, donde el botero David Mateluna, los llevó hasta la fragata alemana “Leipzig”  surta en la bahía, donde quedaron instalados a bordo en como asilados, partiendo después en calidad de desterrados a tierras extrañas. Don Claudio Vicuña partió rumbo a Mendoza,Argentina, donde permaneció varios años hasta su retorno al país.

Volvió el 19 de agosto de 1895, con la satisfacción de sus grandes servicios realizados  y con el prestigio político y social que se había creado gracias a su altivez generosa y la serena dignidad con que se había conducido tanto en la prosperidad como en la desgracia.

La noticia de su regreso conmovió de entusiasmo a sus correligionarios de todo el país. Los que habían permanecido recluidos, tristes y silenciosos ante las persecuciones, ahora se erguían  contentos y felices, sintiéndose nuevamente ciudadanos de una patria libre.

Testigos del retorno de Vicuña, describen una recepción apoteósica, con una banda de músicos que lo esperaba en el cruce de Los Andes y otra en Llay-Llay, con 50.000 personas que lo aguardaban en las calles de Santiago, cuando esta ciudad apenas sobrepasaba los 250 000 habitantes, repletando 14 cuadras desde la Estación Central hasta la estatua de San Martín.

Jamás en Chile se había visto una manifestación semejante, más sincera, más entusiasta ni más grandiosa.

Flameaban al aire las banderas y los estandartes de color azul del Partido Liberal. En  grandes y dorados carteles se izaban los retratos de Balmaceda y de Vicuña, unidos. 

Don Claudio Vicuña Guerrero falleció en Santiago el 27 de febrero de 1907.

Hoy, con la presentación y relanzamiento de este texto histórico, que realza su figura excelsa, pretendemos reivindicar su imagen de estadista  que muchos y durante muchos años ocultaron  de la faz pública.

Agradecido de vuestra presencia y vuestra atención:

RUBÉN SANTIBAÑEZ GAMBOA.


miércoles, 7 de marzo de 2018

Mi muerte y mi esperanza




“MI MUERTE.-   HE DECIDIDO SER FELIZ”.
“Llegará algún día. De eso estoy seguro. Pero no quiero dejar que ella me sorpren-da.
Pensaré en la muerte ahora mismo para prepararme a recibirla. Me gustaría que ella me encontrara con la agradable sensación de haber cumplido mi misión en esta vida
Me gustaría que cuando venga, yo pudiera confiar y estar tranquilo. Quisiera ha-ber hecho todo lo posible, haber amado lo suficiente, haberme entregado en mi trabajo y haber servido con amor a mucha gente.
No quiero irme de este mundo con la percepción de no haber vivido a concho, de no habérmelas jugado en lo que hice, de no haber mejorado suficientemente (o no haber ayudado a mejorar) la triste situación de este mundo.
Viviré con la conciencia limpia esperando en “cualquier lugar” y a “cualquier ho-ra” que la muerte quiera visitarme.
No quiero vivir temblando ante su presencia y cercanía. Estoy especialmente consciente de que la muerte es la llave maestra que me abre todas las puertas a la verdadera vida. Pasaré por la oscuridad de su túnel hasta ver la luz. No dudaré  ni un instante. Encontraré el reposo, la alegría inmensa, el amor sin limitación, la paz definitiva, después de haber sufrido y después de haber luchado.
Atravesando los umbrales de la muerte, podré reencontrar el regocijo de la vida.
Veré y amaré a mis amigos y parientes que se adelantaron en el camino . El en-cuentro será una gran  fiesta .Una fiesta de eternidad  y de cariño. Allí tendré “todo el tiempo del mundo” para el amor y la amistad.
Dialogaremos lo que no tuvimos tiempo de dialogar. Iremos al fondo de nuestro ser para alegrarnos de lo que Dios nos entregó. Pero de una  manera especial, la muerte me dará el pase para abrazar a Dios.
Por fin conoceré la hermosura de su rostro, la dulzura de su voz, la caricia de sus manos y la inmensidad de su amor.
¡Tanto tiempo hablando de él!
 ¡Llega el tiempo de hablar con él!
Morirse no es nada tan tremendo. Es una maravilla lo que nos espera. Pero debo reconocerlo francamente. Cuesta dejar esta tierra.
¡Dios la hizo tan bella!
Cuesta dejar a quienes amamos. Es tan profundo nuestro amor. Cuesta partir a lo desconocido, ¡preferimos lo concreto! Sin embargo, cuando venga el llamado, quiero te-ner puesta mi confianza en Dios. En sus manos quiero dejar a los que amo.
 Quiero partir a la eternidad del gozo para disfrutar para siempre del amor.Desde  allí seguiremos muy unidos.Entre los que viven acá y los que vi-ven allá no hay una  fron- tera imposible de cruzar. Hay común unión.Los de arriba y los de abajo, los del cielo y de la tierra vivimos en relación muy íntima.
¡Jamás los abandonaré! ¡Nunca dejaré de amarlos intensamente!
No me atemoriza pasar a vivir la eternidad del tiempo, el reencuentro con los que partieron, la belleza impresionante de mi Dios. Mi miedo es buscar asegurarme los encan tos de esta vida y no fascinarme por los  encantos de la vida plena y alegre de los cielos.
Quiero ir  tranquilo y sonriente al encuentro de mi Dios.
Quiero, lo, pido, lo anhelo.
Esa será por fin, mi felicidad definitiva.
(El Padre Miguel Ortega nació el 22 de noviembre de 1941, fue ordenado sacerdote el 26 de abril de 1969. Falleció el 4 de junio de 2005. (Revista MENSAJE. N° 541. Agosto 2005)

He querido comenzar, este prólogo oral, recordando estas hermosas y nostálgicas palabras de un sacerdote que entregó su vida por la causa de su Iglesia y de los pobres de Chile. Ellas reflejan en su integridad los pensamientos que hoy me agobian, me deprimen, me desalientan. Pero a la vez me ayudan en mi manera de ver el futuro de mi existencia.
Ese es uno de los textos escogidos en mi búsqueda incesante de lecturas que me permitan sobrellevar esos momentos tensos, cuando  mi organismo sufre los embates  dolorosos y arteros de alguna enfermedad que quiere apropiarse de mi ser.
75 años sobreviviendo en esta tierra bendita, premiada por la natu-raleza y por la mano de Dios ,pero tan maltratada por esa misma natura-leza que nos vio nacer y nos permitió crecer, jugar, pelear, gozar, sufrir, compartir, convivir, caminar, estudiar y trabajar. Junto a los bellos versos de Violeta Parra, podemos darle “gracia a la vida, que nos ha dado tanto…” Nos dio la oportunidad de vivir con distintos destinos, felices algunos, desgraciados otros, inciertos muchas veces. Nos permitió recorrer este largo camino que nos conduce a un final esperado, pero no deseado.
Para ciertas personas, la felicidad coronó su largo peregrinar por estas benditas tierras del litoral. Para otras, esta misma felicidad no se hizo presente, pero supieron ocultar su dolor con mucho estoicismo y esa honda pena que los carcomía interiormente, no quisieron traspasarla a sus semejantes.
Hoy, cuando de mi vida ya empiezan a evadirse los recuerdos, cuan-do los sentidos de la audición y visión comienzan su lenta retirada, abrien do las compuertas del olvido y la desmemoria, redacto para la posteridad estos sinópticos recuerdos que llegan en forma avasalladora a mi mente, para acompañarme en los últimos ¿días, ¿semanas?, ¿meses?,¿ años?
Entonces es bueno examinarnos y revivir los momentos gratos e ingratos que llenaron nuestros pasos por este mundo, ayer pleno de ideas, proyectos y mucha imaginación.
Hoy solamente me resta dar gracias a Dios por permitirme gozar más allá de lo predecible de los hermosos paisajes naturales de esta ben-dita tierra nuestra, de la tecnología electrónica y en lo humano de la ines-timable solidaridad, lealtad, fidelidad y amistad de familiares y amigos que me han acompañado a lo largo de mi existencia.
Hoy, ya retirado de las pistas educacionales, me he dedicado a orde-nar mis papeles, mis apuntes, y me he preparado para entregar, si Dios así me lo permite, ese producto histórico-literario para que el pueblo que me  cobijó durante tantos años, pueda recordar a sus gentes, a sus antepasa-dos,  sus lugares de antaño, sus paisajes hoy inexistentes. Me alegraría que un porcentaje, aunque sea  mínimo de la población apreciara mi devo ción por la cultura, por la historia. Con eso me sentiría recompensado.
Con la serie de textos “MEMORIA HISTÓRICA DE SAN ANTONIO” espero llenar un vacío existente en el campo intelectual porteño.
Mi recuerdo para ese prodigio de profesor e investigador que guió mis pasos desde el histórico Liceo Fiscal de calle General Ibáñez de Ba-rrancas, don ASCENCIO RONDA GAYOSO (QEPD), y que me convirtió, junto a las enseñanzas autodidactas de mi padre, en un hombre dedicado a la en-señanza y a la investigación de nuestro pasado, de nuestros antecesores, de nuestros pueblos originarios, de nuestras leyendas, en fin de nuestra historia local.
Hoy solo ordeno mis escritos. Ardua y cansadora tarea, pero me pro puse terminarla y en eso estoy. Empecemos a conocer nuestra historia. Nuestra verdadera historia.
Este es el primer paso. Vienen más.
Ojalá Dios me permita ver a las nuevas generaciones hojeando (oje-ando)  algunas de mis obras.
Es mi esperanza.
Los hombres y mujeres de ayer no pueden quedar en el olvido.
La bruma del tiempo no puede envolver a nuestros patriarcas. No podemos mantenerlos en la ignominia del silencio ni del olvido.
Que así sea.
RUBÉN ANTONIO SANTIBÁÑEZ GAMBOA.
 ( Noche del sábado 18 de octubre de 2014, en el Departamento de Cultura de la I. Municipalidad de San Antonio. Lanzamiento del libro “DON CLAUDIO VICUÑA GUERRERO.EL ÚLTIMO GENTIL-HOMBRE” , del autor Rubén Santibáñez Gamboa.).