miércoles, 7 de marzo de 2018

Mi muerte y mi esperanza




“MI MUERTE.-   HE DECIDIDO SER FELIZ”.
“Llegará algún día. De eso estoy seguro. Pero no quiero dejar que ella me sorpren-da.
Pensaré en la muerte ahora mismo para prepararme a recibirla. Me gustaría que ella me encontrara con la agradable sensación de haber cumplido mi misión en esta vida
Me gustaría que cuando venga, yo pudiera confiar y estar tranquilo. Quisiera ha-ber hecho todo lo posible, haber amado lo suficiente, haberme entregado en mi trabajo y haber servido con amor a mucha gente.
No quiero irme de este mundo con la percepción de no haber vivido a concho, de no habérmelas jugado en lo que hice, de no haber mejorado suficientemente (o no haber ayudado a mejorar) la triste situación de este mundo.
Viviré con la conciencia limpia esperando en “cualquier lugar” y a “cualquier ho-ra” que la muerte quiera visitarme.
No quiero vivir temblando ante su presencia y cercanía. Estoy especialmente consciente de que la muerte es la llave maestra que me abre todas las puertas a la verdadera vida. Pasaré por la oscuridad de su túnel hasta ver la luz. No dudaré  ni un instante. Encontraré el reposo, la alegría inmensa, el amor sin limitación, la paz definitiva, después de haber sufrido y después de haber luchado.
Atravesando los umbrales de la muerte, podré reencontrar el regocijo de la vida.
Veré y amaré a mis amigos y parientes que se adelantaron en el camino . El en-cuentro será una gran  fiesta .Una fiesta de eternidad  y de cariño. Allí tendré “todo el tiempo del mundo” para el amor y la amistad.
Dialogaremos lo que no tuvimos tiempo de dialogar. Iremos al fondo de nuestro ser para alegrarnos de lo que Dios nos entregó. Pero de una  manera especial, la muerte me dará el pase para abrazar a Dios.
Por fin conoceré la hermosura de su rostro, la dulzura de su voz, la caricia de sus manos y la inmensidad de su amor.
¡Tanto tiempo hablando de él!
 ¡Llega el tiempo de hablar con él!
Morirse no es nada tan tremendo. Es una maravilla lo que nos espera. Pero debo reconocerlo francamente. Cuesta dejar esta tierra.
¡Dios la hizo tan bella!
Cuesta dejar a quienes amamos. Es tan profundo nuestro amor. Cuesta partir a lo desconocido, ¡preferimos lo concreto! Sin embargo, cuando venga el llamado, quiero te-ner puesta mi confianza en Dios. En sus manos quiero dejar a los que amo.
 Quiero partir a la eternidad del gozo para disfrutar para siempre del amor.Desde  allí seguiremos muy unidos.Entre los que viven acá y los que vi-ven allá no hay una  fron- tera imposible de cruzar. Hay común unión.Los de arriba y los de abajo, los del cielo y de la tierra vivimos en relación muy íntima.
¡Jamás los abandonaré! ¡Nunca dejaré de amarlos intensamente!
No me atemoriza pasar a vivir la eternidad del tiempo, el reencuentro con los que partieron, la belleza impresionante de mi Dios. Mi miedo es buscar asegurarme los encan tos de esta vida y no fascinarme por los  encantos de la vida plena y alegre de los cielos.
Quiero ir  tranquilo y sonriente al encuentro de mi Dios.
Quiero, lo, pido, lo anhelo.
Esa será por fin, mi felicidad definitiva.
(El Padre Miguel Ortega nació el 22 de noviembre de 1941, fue ordenado sacerdote el 26 de abril de 1969. Falleció el 4 de junio de 2005. (Revista MENSAJE. N° 541. Agosto 2005)

He querido comenzar, este prólogo oral, recordando estas hermosas y nostálgicas palabras de un sacerdote que entregó su vida por la causa de su Iglesia y de los pobres de Chile. Ellas reflejan en su integridad los pensamientos que hoy me agobian, me deprimen, me desalientan. Pero a la vez me ayudan en mi manera de ver el futuro de mi existencia.
Ese es uno de los textos escogidos en mi búsqueda incesante de lecturas que me permitan sobrellevar esos momentos tensos, cuando  mi organismo sufre los embates  dolorosos y arteros de alguna enfermedad que quiere apropiarse de mi ser.
75 años sobreviviendo en esta tierra bendita, premiada por la natu-raleza y por la mano de Dios ,pero tan maltratada por esa misma natura-leza que nos vio nacer y nos permitió crecer, jugar, pelear, gozar, sufrir, compartir, convivir, caminar, estudiar y trabajar. Junto a los bellos versos de Violeta Parra, podemos darle “gracia a la vida, que nos ha dado tanto…” Nos dio la oportunidad de vivir con distintos destinos, felices algunos, desgraciados otros, inciertos muchas veces. Nos permitió recorrer este largo camino que nos conduce a un final esperado, pero no deseado.
Para ciertas personas, la felicidad coronó su largo peregrinar por estas benditas tierras del litoral. Para otras, esta misma felicidad no se hizo presente, pero supieron ocultar su dolor con mucho estoicismo y esa honda pena que los carcomía interiormente, no quisieron traspasarla a sus semejantes.
Hoy, cuando de mi vida ya empiezan a evadirse los recuerdos, cuan-do los sentidos de la audición y visión comienzan su lenta retirada, abrien do las compuertas del olvido y la desmemoria, redacto para la posteridad estos sinópticos recuerdos que llegan en forma avasalladora a mi mente, para acompañarme en los últimos ¿días, ¿semanas?, ¿meses?,¿ años?
Entonces es bueno examinarnos y revivir los momentos gratos e ingratos que llenaron nuestros pasos por este mundo, ayer pleno de ideas, proyectos y mucha imaginación.
Hoy solamente me resta dar gracias a Dios por permitirme gozar más allá de lo predecible de los hermosos paisajes naturales de esta ben-dita tierra nuestra, de la tecnología electrónica y en lo humano de la ines-timable solidaridad, lealtad, fidelidad y amistad de familiares y amigos que me han acompañado a lo largo de mi existencia.
Hoy, ya retirado de las pistas educacionales, me he dedicado a orde-nar mis papeles, mis apuntes, y me he preparado para entregar, si Dios así me lo permite, ese producto histórico-literario para que el pueblo que me  cobijó durante tantos años, pueda recordar a sus gentes, a sus antepasa-dos,  sus lugares de antaño, sus paisajes hoy inexistentes. Me alegraría que un porcentaje, aunque sea  mínimo de la población apreciara mi devo ción por la cultura, por la historia. Con eso me sentiría recompensado.
Con la serie de textos “MEMORIA HISTÓRICA DE SAN ANTONIO” espero llenar un vacío existente en el campo intelectual porteño.
Mi recuerdo para ese prodigio de profesor e investigador que guió mis pasos desde el histórico Liceo Fiscal de calle General Ibáñez de Ba-rrancas, don ASCENCIO RONDA GAYOSO (QEPD), y que me convirtió, junto a las enseñanzas autodidactas de mi padre, en un hombre dedicado a la en-señanza y a la investigación de nuestro pasado, de nuestros antecesores, de nuestros pueblos originarios, de nuestras leyendas, en fin de nuestra historia local.
Hoy solo ordeno mis escritos. Ardua y cansadora tarea, pero me pro puse terminarla y en eso estoy. Empecemos a conocer nuestra historia. Nuestra verdadera historia.
Este es el primer paso. Vienen más.
Ojalá Dios me permita ver a las nuevas generaciones hojeando (oje-ando)  algunas de mis obras.
Es mi esperanza.
Los hombres y mujeres de ayer no pueden quedar en el olvido.
La bruma del tiempo no puede envolver a nuestros patriarcas. No podemos mantenerlos en la ignominia del silencio ni del olvido.
Que así sea.
RUBÉN ANTONIO SANTIBÁÑEZ GAMBOA.
 ( Noche del sábado 18 de octubre de 2014, en el Departamento de Cultura de la I. Municipalidad de San Antonio. Lanzamiento del libro “DON CLAUDIO VICUÑA GUERRERO.EL ÚLTIMO GENTIL-HOMBRE” , del autor Rubén Santibáñez Gamboa.).












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