CAPITULO
22.
LUIS OMAR
CACERES.(1906-1943).
“SU FIGURA
ESPECTRAL EMERGE DESDE LAS BRUMAS DEL MISTERIO”
Por RUBÉN
ANTONIO SANTIBÁÑEZ GAMBOA.
En la revista “EL SÁBADO” del diario “EL MERCURIO”
de Santiago de fecha 22 de mayo de 1999, aparece una crónica del periodista
Mirko Macari, titulada: “LOS OLVIDADOS DEL SIGLO”, que resalta
datos desconocidos de 12 figuras nacionales de todos los tiempos, que a su
juicio, merecen ser rescatadas del olvido en que se han mantenido. Entre ellas
aparece el nombre de Luis Omar Cáceres.
“Santiago,
1934. Un lugar ya perdido, llamado Café Iris: Estábamos allí con Eduardo
Anguita y el “chico Molina”, muchachos de ese tiempo con intenciones
literarias. Se nos acercó un hombre alto, pálido, más bien delgado, con una
frente espaciosa y grandes entradas en las sienes, que tenía una mirada
penetrante y un poco ausente. Tenía también algo sombrío y cierto énfasis
nervioso. Me dije ”este es un animal poético, porque aparecía y desaparecía al
instante, como por arte de magia negra .La voz que recuerda, pausada ,grave
,con una dicción perfecta que destila cultura y nostalgia a la vez, es la de
Volodia Teilelboim”.
El
recordado, perfectamente visible a través de las palabras, es OMAR
CÁCERES, un vate sin más razones literarias que quince poemas
compilados en un solo libro: “Defensa del Ídolo”. Más, bastaron
para ganarse el título de notable entre los que saben”.(Mirko MacarI:”LOS OLVIDADOS DL SIGLO”.-Revista EL SÁBADO de El
MERCURIO.-22 de mayo de 1999).
De él
mismo, poco se sabe. Que su padre se llamaba José Antonio y su madre Celia.
Luis Omar Cáceres Aravena, nació en Cauquenes el 5 de julio de 1904.”Se
deslizó por este mundo con elegancia de espectro” (Volodia Teiltelboim), y recordado
por sus compañeros de bohemia como “un hombre de aspecto sombrío” (Teófilo Cid),”envuelto en una atmósfera de
muerte y de soledad total (Miguel
Serrano) .(“OMAR
CÁCERES, una leyenda de la vanguardia poética chilena” .Pedro Pablo
Guerrero.”Revista de Libros ”.ARTES Y LETRAS, diario EL MERCURIO ,domingo 11 de
agosto de 2013).
“Admirado y
prologado en1934 por Vicente Huidobro; denostado por Pablo de Rokha en 1935 y
recordado hasta la fecha (2005) por Gonzalo Ro-jas (1916-2011), Volodia Teitelboim (1916-2008), Nicanor Parra (1914), Miguel
Serrano (1917-2009), Pedro
Lastra (1932) y
otros, Omar Cáceres es un poeta de alcurnia eterna y fina melancolía en la
literatura chilena de la primera mitad del siglo XX. Se dice que
fue violinista en una orquesta de ciegos y que era como un “ente fantasmal”,
que casi fue candidato a diputado y que era un escritor
extremadamente meticuloso; no gratuitamente este personaje ha sido una de las
grandes y constantes preguntas sin respuesta de la mitología literaria
nacional” ( “El original del ídolo”, por Luis de Mussy R.,
Cuadernos de la Fundación Pablo Neruda” N° 58/2006.-Págs.82/93).
En la obra “EDUARDO ANGUITA (1914-1992), páginas de
la memoria” (dibam 2000), en la página 31 leemos: “En
nuestra época, pocos años mayor, existió un poeta enigmático, solitario y
metafísico, también tentado, como Miguel Serrano, por lo esotérico, que dejó una
sola obra, pues iniciaba la revelación de sus visiones ,ya que, efectivamente,
sufría de visiones. En un poema inédito hablaba de la que tuvo en su propio
cuarto una noche, cuando se le apareció, amenazador y fustigante, “un ángel
dentro de cada columna”. Se llamaba Omar Cáceres y encontró su fin en forma
trágica y nocturna. Tan joven todavía, escribió y publicó su “DEFENSA
DEL IDOLO”, en donde expresó las incisiones metafísicas que
extrajo de sus visiones y vivencias de delirio. Pero nada encontramos en él que
se remita al conocido delirio onírico, sino que desborda el sueño para penetrar
la médula antológica”.
Teófilo Cid (1914-1964), en su libro “hasta Mapocho
no más”, pagina 15, escribe: “Esto es, en lo que puedo recordar, el drama
íntimo del sector generacional en que pasé la juventud. ¿Qué hacía el resto?”
La noche porta-liana parecía caer sobre el resto. Gesticulación cultural, si la
hubo, se ofrecía vanamente, siguiendo caminos manidos y de frecuentación
múltiple. Como no es mi intención escribir sobre cada uno de los escritores
jóvenes de aque-llos años, trataré de aclarar la terrible imagen, recordando lo
que fue uno solo de ellos, el poeta Omar Cáceres
Es la imagen de la desesperación, terrible imagen de una generación que
buscaba afanosamente su expresión, no literaria, sino moral.
Habría, tal vez, que hacer un detenido análisis de estas proyecciones de
la bella literatura y de la otra, producto del infierno de la época. La
generación de actuales muchachos, parece haber regresado al punto de
vista de la satisfacción estética, aislándose de la consideración vital de los
problemas. En cierto modo, ha seguido el ejemplo de lo que, en una de estas
crónicas, llamaré “dejación espiritual” de mi sector generacional.
Omar Cáceres presenta, nítido al análisis, la problemática de un
espí-ritu exacerbadamente romántico, a quien la realidad niega la posibilidad
exacta para realizarse. En una próxima nota hablaré in extenso sobre su curiosa
persona, tomada como símbolo generacional”.( “ALMA DE BOHEMIO”.-Teófilo Cid, ¡ hasta Mapocho no más !).
En uno de los días más grises del más gris invierno chileno, un grupo de
amigos fuimos a darle piadosa sepultura a Omar Cáceres. ¿Quién es Omar
Cáceres?, puede preguntar el lector indiferente. ¿Tenía cuenta en el Banco?
¿Era socio de alguna Sociedad? ¿Llevaba alguna insignia en el ojal?
Lamento mucho tener que responder que Omar Cáceres, poeta y artista
sublime, no estaba condecorado con esas galas. Era. Nada más que eso. Era.
Pero en la resolución concreta y transitiva del verbo ser, encontraba
mucho más que los abogados, que los médicos, que todos los hombres que pagan
contribuciones anuales al Fisco. Era. Pero en el ser estaba como monarca
en su trono. Le bastaba hasta mirar para ser. Pudo estudiar y seguramente
estudió. Eso no importa. Era. Pero, para ser lo que él era, hay que
morir y resucitar mil veces.
Una noche de bohemia, ¡ y cuántas Dios me ha dado!, lo encontré.
Él tenía la
idea absurda de que tanto Eduardo Anguita (1914-1992), Braulio Arenas y yo, lo odiábamos. No veo aún la razón en que apoyaba
tan ingrata hipótesis. Todo lo contrario, las personas consignadas lo
estimábamos bastante, más incluso, de lo que él mismo pudiera haberse
imaginado. Era. Era un gran poeta romántico. Aquella noche, como iba
relatando, me encontré con el poeta. Era un hombre de aspecto sombrío, tal
conviene a quien tiene trato asiduo con las potencias. Su rostro enflaquecido,
tenaz y abrupto, denotaba las torturas que la expresada frecuentación imprime a
los frecuentadores.
¡Maldita sea!
No lo vi más.
Sin embargo, aquella noche se me ha quedado grabada. Hace ya 15 años
desde eso.´ No podía entender lo que era esta alma que se asomaba, como una
luna pálida, so-bre el brocal de siutiquería provinciana que era mi alma.
Sus gestos, sus ademanes, todo era extraño. No era para mí. No era. ¿Comprende?
No era.
Omar Cáceres, máximo poeta de aquellos tiempos, tenía hasta el modal
poético de estornudar. Cuando estornudaba, era también poeta. Era distinto. Era
lo que se llama un animal de la luna y si así no se llama, así
debiera llamarse. Como mi efímero amigo Omar, soy enamorado de lo
que no importa, de lo que interesa a muy pocos.
Cuando se le enterró en el Panteón General, alguien dijo: Ha muerto el
último bohemio.
Para suerte de la vida, del mundo trajinante, no es así. El último
bohe-mio siempre está vivo….” ( Teófilo Cid.-¡ hasta Mapocho no más!. Nascimento, 1976).
En la crónica “LUIS OMAR CÁCERES, IDOLO RUPESTRE”, Hernán Ortega
Parada, nos dice: “En el movimiento sin tregua de la creación literaria,
algunos individuos suelen dejar monumentos, otros, una esquiva espiritualidad,
como las huellas de una manos en las rocas.
Escasa es la información disponible sobre este poeta hundido
trágicamente en el río Mapocho en 1934, como si así cumpliera un designio ya
escrito por el mismo (“ahora sorprendo mi rostro en el agua de esas profundas
despedidas”). Más reducida aun es la cantidad de salvados de su obra
total. Sus archivos personales, inencontrables. Autor de un libro único que, en
calidad, es superior a mucha poética emergida de las imprentas del país.
Cáceres tuvo una existencia sin luces, fantasmal. Había nacido en
Cauquenes el 5 de julio de 1904. A los 10 años de edad, está en la
Escuela N° 10 de esa plaza y ya escribe poesías. Ingresa al Seminario de
Concep-ción. Continúa sus Humanidades en el Liceo de Rancagua, donde se ha
ra-dicado su madre, (profesora), sin completarlas. Más tarde a los 21 años, es
Secretario del Juez de Policía local de San Antonio, Eleodoro Astorquiza Libano (1884-1934), quien, además era crítico
literario de EL DIARIO ILUS-TRADO de Santiago, de la revista
PLUMA Y LÁPIZ; del diario LA UNIÓN de Valparaíso y del diario EL
PAÍS de Concepción. Sin embargo su carrera li-teraria y su actividad
pública se truncaron debido a razones políticas y so-ciales (su licenciosa vida
bohemia). El Presidente de la República, Carlos Ibáñez del Campo (1877-1960),
al comenzar su primer mandato (1927-1931), dejó a ambos, (Juez y
Secretario), cesantes.
Fueron años de penurias económicas, agravadas por la crisis del año
1929, a la que siguió una ola de protestas que provocó la caída de Ibáñez
del Campo. La cesantía y la represión que se dio durante su gobierno, fueron
los factores que causaron el descontento de todas las esferas de la vida
nacional. Una huelga general paralizó el país en 1931. Estudiantes y
trabajadores se organizaron para pedir el restablecimiento de sus derechos
públicos. En el mes de Julio de ese año, Ibáñez entregó el poder al Presidente
del Senado y se fue a Argentina.
En los agitados meses posteriores, Omar Cáceres fue propuesto como
candidato a diputado por el distrito de La Victoria- San Antonio-Melipilla.”Su
nombre está arrastrando corriente en varios grupos”, le escribió un amigo,
en alusión al apoyo de sectores de izquierda y dirigentes sindicales que
recordaban su trabajo a favor de pescadores, obreros portuarios y conductores
de la locomoción colectiva de la zona.
Entonces Omar Cáceres retorna a Santiago. Se cambia con frecuencia
de domicilio y deambula por bares en los que, al calor del vino, lee versos de
aire triste que le ganan la reputación de “poeta maldito”.
Se le atribuyen estudios inconclusos de Leyes, lo que explicaría
porque a mediados de los años veinte figuraba como Secretario del
Juzgado de Policía Local de San Antonio, al servicio del magistrado
Eliodoro Astorquiza Líbano, reconocido crítico literario de esa época.”(OMAR CÁCERES, una leyenda de la vanguardia poética
chilena”.-Pedro Pablo Guerrero.-ARTES Y LETRAS.-diario EL MERCURIO, Santiago,
Domingo 11 de agosto de 2013).
Frecuenta a los poetas Pablo de Rokha (1894-1968) y Ángel Cruchaga Santa María (1893-1964). Se le ve en malas compañías en lo
social, pero en lo literario, tiene amistades notables: los escritores Antonio
Acevedo Her-nández (1885-1962); Volodia Teitelboim (1916-2008); Rosamel del Valle (1901-1965); Andrés Sabella (1921-1989), entre
otros.
Volodia Teiltelboim escribe:”El poeta Omar Cáceres tenía honduras, entrañas
desgarradas. ¿Qué había detrás, dentro de esa vida, de esa psiquis? No lo
sabemos, pero lo rememoramos con nitidez. Diez años antes de su ase-sinato,
asomó un atardecer por el Café IRIS, donde se reunía una pequeña tertulia de
aspirantes a poetas “absolutamente modernos”, como pedía Rimbaud
(1834-1891). Esperó a que yo estuviera solo y tras una breve
explicación me entregó un poema. Luego partió. Lo leí con cierto estupor
al grupo. “Es de los nuestros”, sostuvo Anguita. Resolvimos incorporarlo a esa
Antología escandalosamente exclusiva que ambos preparábamos. Pero queríamos
tener más versos suyos. Por fin surgió como una revelación sú-bita en la
esquina de Sierra Bella con Avenida Matta por cuyo bandejón paseamos unos
minutos. Nos dejó unas cuantas páginas. Dijo algo sobre “Defensa del Ídolo”, y
se esfumó. Era su costumbre.”(“Un poeta fantasmal”.- Volo-dia Teiltelboim. DEFENSA DEL ÍDOLO.1996)
El escritor Miguel Serrano (1917-2009), en su libro “Ni por mar ni por tierra”, lo recuerda: “Misterio
y sombra fue su existencial drama, pro-yectado un poco más arriba de esta
tierra y de las generaciones del pasado. Por eso lo recuerdo en medio de su
maldición y su martirio, y le veo subien-do columnas, dentro de las cuales,
según él, siempre había un ángel de pie”.
Omar Cáceres
es lo que Pablo de Rokha llamaba un “amarditado” que como recordaba su amigo
Teófilo Cid, tenía hasta el modal poético de estor-nudar. Cuando estornudaba,
también era poeta. Era distinto. Era lo que se llamaba un” animal de la luna.”
El desaparecido bardo del sur, Jorge Teillier, mencionaba en sus Memorias:”Yo
conocí la prodigiosa poesía de Omar Cáceres gracias al recuerdo y evocación que
hizo Miguel Serrano, en uno de sus libros; ahí descubrí la maravillosa
veta poética de este poeta enigmático y desconocido….” (“OMAR CÁCERES: el poeta desconocido de chile”.-Rodolfo de los Reyes
Recabarren.-Diario “LA PRENSA” de Curicó.-06/IV/2006).
En el
libro “ROSAMEL DEL VALLE, poeta órfico”, cuenta María Eugenia Urrutia:
“frecuenta,(Rosamel del Valle) además lugares que adquirirán trascendencia y
que representan un aspecto de la bohemia santiaguina: los bares de la calle San
Pablo, cuyos dueños de origen peruano, servían cerveza amenizando con una
orquesta integrada por un piano y un violín, los que interpretaban valses
vieneses. Otros sitios que frecuentaba eran “El Jote”, un lugar donde servían
un exquisito “chupe de guatitas”, el “Hércules”; el “Venezzia”; el “Canario
Navegante”. Visitaban también el teatro “ODEON”, administrado por Manuel
Eduardo Hübner (1905-1988), y que
estaba ubicado en Almirante Barroso al llegar a San Pablo. Como el teatro tenía
escaso público, era ocupado como sitio de reunión por jóvenes artistas
inquietos, vanguardistas. Se destacaban entre otros: Pablo Neruda (1904-1973), Ángel Cruchaga Santa María,
Rubén Azocar(1901-1965),Tomás Lago
Pinto (1903-1975) Neftalí
Aguilar, Rafael Hurtado, Alberto Valdivia (1894-1938), a quien por su extraordinaria delgadez le decían “el cadáver
Valdivia”; Julio Ortíz de Zárate (1885-1946); Carlos Canut de Bon (1877-1945); Ricardo Gilbert Avendaño (1891-1964) conocido como ,“el loro Gilbert”;Omar Cáceres; Orlando Oyarzún; Julio
Barrenechea (1910-1989).
En otras
ocasiones, asisten como grupo a la Asociación de Profesores de Chile para leer
sus poemas. En esas oportunidades se agregaban a los contertulios, Gerardo
Seguel (1902-1950); Humberto
Díaz Casanueva (1906-1992); Eliodoro
Domínguez (1898-1992); Alejandro
Gutiérrez; Robinson Saavedra Gómez (1907-1992).
Cuenta
Miguel Serrano en “MIGUEL SERRANO Y LOS AMIGOS PER-DIDOS”:“Omar Cáceres
llegó una noche a vernos y nos dijo con una voz muy especial: disculpen por el
tiempo que me perdí, compañeritos. Luego nos recitó su poema maravilloso, “AZUL
DESHABITADO”:
“Y,
ahora, recordando mi antiguo ser, los lugares que yo he habitado,
Y que aún ostentan mis sagrados pensamientos,
Comprendo que el sentido, el ruego con que toda soledad extraña nos sorprende
No es más que la evidencia que de la tristeza humana queda.
O, también, la luz de aquel que rompe su seguridad, su consecutiva atmósfera,
Para sentir como, al retornar, todo su ser estalla dentro de un gran número,
Y saber que “aún” existe, que “aún” alienta y empobrece pasos en la tierra,
Pero que está ahí, absorto, igual, sin dirección,
Solitario como una montaña diciendo la palabra entonces;
De modo que ningún hombre puede consolar al que sufre;
Lo que él busca ,aquellos por quienes él ahora llora,
lo que ama, se ha ido también lejos, alcanzándose !
Después de
esa noche no lo vimos más. Desapareció hasta que un día lo encontraron muerto a
orillas del río Mapocho, asesinado.
Recuerdo también una noche con Omar Cáceres en el “Miss Universo”, bar
que estaba en la calle San Diego. Recuerdo que salí y comencé a caminar por
Tocornal, por ahí en medio, hay una entrada misteriosa a un pasaje, a un cité.
Recuerdo que pensé entrar por esta calle fantasmal ( calle que existe todavía
exactamente igual),un pasaje de piedras y casas antiguas. Recuerdo que fui esa noche y de pronto se abrió una ventana y apareció
una mujer preciosa que miraba al cielo y que , con una cara extraña me
dijo:”Llueve…”. Entonces yo le dije “Sí mijita, está que llueve y me voy
a mojar, así que déjeme entrar….”
He
querido dejar para el final, a los escritores y a los pensadores. Creo que el
más grande poeta que Chile ha tenido en todos los tiempos, es Omar Cáceres,
autor de un solo libro: “DEFENSA DEL IDOLO”. Este libro debería ser
reeditado y más conocido. Omar Cáceres murió asesinado. Era un poeta maldito.
Omar Cáceres está a la altura de San Juan de la Cruz y Santa Teresa.”(MIGUEL SERRANO).
Andrés Sabella cuenta ciertos encuentros con el poeta, en la crónica que
publicó pocos días después de su muerte, con palabras que evocan, asimismo, el
distanciamiento o la extrañeza: “Cáceres asistía, como entre brumas, a la
conversación..” Creo haberlo entrevistado en una o dos ocasiones en Santiago”,
me dijo Gonzalo Rojas hace unos meses. Miguel Serrano, que lo conoció más
de cerca, describe la impresión desolada que producía: “Tenía una manera
extraña de recitar, de pronunciar las palabras, saboreándolas ,paladeándolas
casi. Y el aura angustiosa que lo rodeaba era tan impenetrable como los
espacios gélidos del cosmos. Estaba envuelto en una atmosfera de muerte y de
soledad total.(….) Misterio y sombra fue su existencia, dice en las intensas
páginas que le dedica en “NI POR MAR NI POR TIERRA”(Historia de una
generación),uno de sus libros reveladores con que nos encontramos en 1950.
(Pedro Lastra.-Sound Beach .Nueva York.-LITERATURA
& LIBROS.-Diario LA ÉPOCA.-Domingo 3 de noviembre de 1996).
En el estudio “SOBRE POETAS MARGINALES”, el crítico Pedro
Las-tra, escribe: “Coetáneo de varios escritores del circulo de Neruda fue el
enigmático y solitario poeta Omar Cáceres, que más que con ellos tuvo al-guna
relación (hasta esa palabra puede ser excesiva en este caso, como di-ce el
narrador de un famoso cuento de Borges) con Vicente Huidobro (1893-1948), y sus
seguidores, que lo admiraron por buenas razones…”.
“Lo veo
avanzar con su elegancia de espectro”, escribe Volodia Teimtel-boim al final de
una nota sobre Omar Cáceres, autor de un único libro casi inhallable, publicado
en 1934, con un prólogo de Vicente Huidobro….Mi-guel Serrano, que lo conoció
más de cerca, describe la impresión desolada que producía: “Tenía una manera
extraña de recitar, de pronunciar las pa-labras ,saboreándolas casi. Y el aura
angustiosa que lo rodeaba era tan em-penetrable e irrespirable como los
espacios gélidos del cosmos. Estaba envuelto en una atmósfera de muerte y de
soledad total….”( PEDRO LASTRA.-“SOBRE POETAS MARGINALES”
.Revista de Humanidades y Ciencias Sociales MAPOCHO. N° 43 Primer
Semestre 1998).
LA BOHEMIA EN “LA POSADA DEL CORREGIDOR”.
La llamada “Casa del Corregidor”, fue construida a mediados del
siglo XVIII, en la esquina de la callejuela de Las Ramadas, hoy calle
Esmeralda. La casa se hizo célebre cuando se abrió al público como “LA
POSADA DEL CORREGIDOR”, un centro de la vida bohemia santiaguina,
especialmente entre los años 1930-1940. Con bar y salón de baile, expendía
tragos cortos y vino con naranjas. Según muchos, era el mejor lugar de
Santiago “para esperar el amanecer”. Entre otros artistas e
intelectuales, Pablo Neruda y el poeta Alberto Rojas Jiménez, eran muy
asiduos”. (Barrio Lastarria@.com).
“En ese Santiago de 1930, con insospechados rastros de pueblo chico
todavía, se abrió al público la “POSADA DEL CORREGIDOR”, lugar de
encuentro de poetas, bohemios y trasnochadores. Al son de un buen vaso de vino
caliente con naranja, mientras unos más apasionados bailaban a media luz, otros
más contestatarios recitaban hasta que ardieran las velas, entre ellos el
joven provinciano que enloquecía con su poesía amatoria, declamaba a viva voz,
trozos de “Residencia en la Tierra”.
Pablo Neruda era un asiduo de este nocturno local capitalino. Junto a
éste, sigue relatándonos el propio Oreste Plath, estaba el poeta Alberto Rojas
Jiménez, a quien una fría y lluviosa noche, por tener una trayectoria de
cuentas impagas en el local, le fue arrebatada su chaqueta en medio de una acalorada
discusión. Enfurecido, éste regresó a su casa tan desarropado, que contrajo una
neumonía que lo llevó a la muerte”. (“LA POSADA DEL CORREGIDOR vestigio colonial”.-Magdalena Piñera
E.-Diario “LA SEGUNDA”.-Jueves 17 de abril de 2003.pag. 11).
El Domingo 10 de Octubre de 1999, en el diario “EL MERCURIO” de
Santiago, aparece un artículo bajo el epígrafe de .”LA ORQUESTA DE CIEGOS”, en
el cual se señala que “En la “POSADA DEL CORREGIDOR”, Juan Enrique Gables
(1958), realiza su primera exposición individual….Cuando llegué a la Posada del
Corregidor advertí que en el folleto de presentación de este monumento
histórico, no se mencionaba su pasado de “boite”, que abarcó varias décadas y
en donde tocaba una falsa orquesta de ciegos...”
Jorge Teillier, quien siempre tenía presentes a los poetas perdidos de
Chile, solía recordar que Omar Cáceres había sido violinista de una orquesta de
ciegos, aunque él no lo era. Todas esas menciones aluden a la condición
sigilosa o espectral de la persona de Omar Cáceres, y a la que le conviene
sugestivamente lo dicho, por Gonzalo Rojas.
El tema de la orquesta de no videntes aún sigue siendo un muy poético
mito; no obstante de que era músico es seguro, porque aparecieron cuadernos con
notas y lecturas propias de alguien dedicado a estos afanes.
Constantemente se menciona a músicos como Aretino, Beethoven, Bellini, Gluck;
Haendel, Haydn, Mozart, Mebndelssohn e incluso, se copian partituras y aspectos
sobre las variadas y adversas técnicas del violín”.(“EL VIOLIN DEL FANTASMA”.-Diario LA NACIÓN, Sábado
6 de Agosto de 2005).
En “CRÓNICAS CURIOSAS”.- Caminando con fantasmas. (domingo 15 de
febrero de 2009), Mauricio E. Valenzuela cuenta:”Santiago goza de
un mundo paralelo en su extensión llena de espectros. Una vez el escritor
Miguel Serrano me lo dijo, cuando una tarde nos encontramos cerca del Parque
Forestal. En esa oportunidad yo no esperaba que un merodeador fantasmal
saliera a mi encuentro, pero sentí, con un poco de resquemor, la presencia de
aquellos caserones viejos en los que sabía habrían vivido personajes como Omar
Cáceres, Héctor Barreto o Pedro Sienna, de los que no ignoraba algunos vínculos
con el otro mundo a través de su participación en grupos esotéricos tan comunes
en los comienzos del siglo , por lo menos en Sienna y Cáceres. Y en esa
oportunidad fue como si todos ellos, los muertos, a medida que los
trancos de mi caminar se apresuraban por ese museo deslavado, de residencias
recónditas del olvido, se aparecieron a mi espalda respirándome en la nuca, bur-lándose
de este descubridor solitario, haciéndome cerrar los ojos con espanto.
Ahí estaban los fantasmas, susurrándome en el oído las palabras de una
vieja noche. Primero Omar Cáceres en la calle Cuevas:
“Pienso en la noche sin vacilar un ruido
Y apoyo mis ojos en mi propio horizonte,
Cuando agitadas las hojas de mi atmosfera
Transcurren a través de todo sin romperse
Pero no escucho su sonrisa hecha para cicatrizar
La llaga de mi asombro”.
Ahí podía ver la pálida silueta del violinista fantasma, su expresión
atormentada de poeta y su aun más terrible impronta de muerto…..Junto a mi
apareció su espíritu esa noche, premunido de su violín y de sus versos,
entonando una rara canción que solo se acalló cuando doblé hacia la calle
Lira, acelerando el andar.
Iba más tranquilo y seguro de no volver a sentir más murmullos, cuan do
de pronto me percaté de la extraña presencia de una figura de negro que cruzaba
el paisaje. Era Manuel Rodríguez, aunque en realidad, no. Era Pe-dro Sienna,
vestido con su uniforme de la calavera en el cuello, quien cruza-ba frente a su
casa que quedaba muy cerca de ahí….
También conocí en aquellos años, el fundo LA MARQUEZA. Era el
fundo de Polo Yáñez (Juan Emar), amigo de Vicente Huidobro, donde se reunía
mucha gente de izquierda. Álvaro Yáñez era un personaje fantástico.
Se levantaba en la noche a escribir. Era noctámbulo. A la hora de
almuerzo se sentaba en la cabecera de la mesa, no hablaba una palabra, tomaba
un matamoscas y si veía una mosca, se levantaba a matarla.
Ahí llegaba también Eduardo Anguita. Leopoldo Castedo también llegó
alguna vez, y lo cuenta en sus memorias. Anguita tenía mucho sentido del humor.
Recuerdo que dormíamos en la misma pieza con él; por las noches hablábamos
horas de David Herbert Lawrence,”El amante de Lady Chatterley”. Eran los libros
de moda en esos tiempos. Vicente Huidobro y Eduardo Anguita tenían un gran
sentido del humor. Así ,cuando llegaba el huaso que era el capataz del fundo,
,lo sentaban a la mesa con su sombrero puesto. Vicente Huidobro le decía a
Anguita ¡Que lindos claveles rojos hay en ese florero! Y Anguita le respondía:
“Pero como Vicente, si son rosas azules”. Entonces el huaso les decía: ¡
Señores, pero como es eso ,si esas no son rosas, son petunias blancas!
Anguita enseguida le decía a Huidobro:”lo que pasa es que usted está mal
de la vista y tiene que hacerse un análisis”. El huaso se paraba furioso y
decía: “estos señores están locos”.(Crónicas curiosas.-Caminando con fantasmas.-Mauricio Emiliano
Valenzuela. Domingo 15 de febrero de 2009.-Google Friend Connect)
EXTRAÑA MUERTE ENCONTRÓ EL POETA.
“Extraña muerte encontró el poeta Luis Omar Cáceres. Su cuerpo fue
hallado en el Canal de La Punta, en Renca, con la cabeza rota por un golpe
profundo en la zona frontal y con los bolsillos vacíos. Fue reconocido por
familiares en el Servicio Médico Legal a principios de septiembre de 1943, por
lo que se presume que su data de muerte fue en las postrimerías de agosto
de ese mismo año.
Omar Cáceres era un individuo misterioso que se movía entre penu-rias
económicas por bares y tertulias de noctámbulos, recitando sus melan-cólicos
poemas, rodeado, dicen algunos, de malas compañías de la vida lite-raria y de
la otra. Entre sus habituales cercanos se pueden contar a Andrés Sabella,
Antonio Acevedo Hernández, Pablo de Rokha, Rosamel del Valle, Volodia
Teimtelboim, Miguel Serrano y, antes de caer en el gran etcétera de esta
enumeración, un tal Vicente Huidobro…”(LUIS OMAR CÁCERES,(1904-1943). EN EL VELO DEL MITO”.-ANTONIO GASTELU,
escritor e investigador chileno).).
“Se le vio, el día que desapareció, con un hombre de abrigo raído. Era
un hombre de estatura mediana, negro, de gesto desapacible, escribe Antonio
Acevedo Hernández, en el segundo artículo que publicó en Las últimas Noticias
para exigir a la justicia el esclarecimiento del homicidio de Omar Cáceres
,asesinado a fines de agosto de 1943.Su cadáver-que según la crónica roja
“presentaba lesiones diversas en la cabeza y el cuerpo, especialmente una de
carácter profundo en la región frontal”-fue encontrado en el canal de La Punta,
en Renca.
Ocho días permaneció en la morgue antes de que fuera reconocido por
familiares.
El crimen nunca fue aclarado. La autopsia determinó que la causa la
asfixia fue la causa de muerte.
“Maldición sobre el asesino del poeta”, escribió Andrés Sabella en otra
crónica de prensa. Las hipótesis abarcaron desde un vulgar “cogoteo” hasta un
ajuste de cuentas político, móviles que siempre postularon el hermano de Omar y
Luis Sánchez Latorre.
En el artículo “LUIS OMAR
CÁCERES, EL POETA CUYA MUERTE AVERGÜENZA A LA JUSTICIA”, publicado en el diario “LAS ÚLTIMAS
NOTI-CIAS”, el día 6 de septiembre de 1945, el
escritor y crítico literario, Andrés Sabella, escribe:
“Tenía Luis Omar Cáceres una frente que se abría a las playas
éter-nas; una frente que pudo albergar- y albergó- una difícil constelación de
su-premos pensamientos. Y abajo le negreaban los ojos de fijeza grave
,como atentos a un espectáculo distante y sugestionador. Este rostro blanqueado
por los huracanes de la idea, era el de aquellos que ponen de rodillas al
ár-bol y a la estrella. Y de este rostro salía una voz en extremo sutil,
despaciosa y casi sacerdotal. Con esta voz iba el poeta interrogando a los
objetos, más que a los seres, preguntando en que secreto mar podía embarcarse
en bus-ca de los poemas que la divinidad le había obligado a revelar a
los morta-les.
“Los poemas existen, nos aguardan”.
Esta fue su trabajosa misión entre nosotros: indagar, sin descanso, por
las rojas, o doradas latitudes en que la poesía dejó para sus manos el
encargo desgarrador, el encargo del milagro.
“hacia el día que se acostumbra a sus dos reyes de vidrio”.
Recuerdo perfectamente ,la voz centelleante de nuestro primer
en-cuentro: fue en un grupo de amigos en que oficiaba Luis Berninsone,recién
glorificado por la crítica chilena a causa de su audacia oratoria y la fanta-sía
latina de sus poemas de “PERISCOPIO”
Cáceres asistía, como entre brumas, a la conversación. Estábamos en el
Portal Fernández Concha y el crepúsculo pasaba enredado en los ojos de las
mujeres. De repente, propuso- y más que proponer-ordenó:
Vamos a alguna parte, donde la poesía se encuentre más cómoda.
Buscamos un bar cualquiera. Las polémicas ahora parecían saltar por el
borde brillante de las copas. Cáceres terminaba entonces su único libro
publicado:”Defensa del ídolo”. Era el otoño de 1933.”Defensa del ídolo”,
apa-reció el año siguiente, con prólogo de Vicente Huidobro.
Como si ambos hubiéramos reducido el espacio, quedamos juntos, y de este
modo ,la intimidad ,la más ardua de las victorias con Luis Omar comen-zó a
tender sus puentes invisibles de uno a otro.
Hablaba Cáceres como si un oculto censor le visara las palabras:
len-tamente con dulce tendencia, tal si fuera frenándolas.
Ahora escucho todavía, en su plenitud, aquella voz. Y es una tersa
es-trofa suya que siempre viven para mí sus majestades:
“Un pueblo (Azul) trabajosamente inundado.
Va a pasar la dura estación, equilibrando sus paisajes.
Tiempo caído de los árboles, cualquier cielo podría ser mi cielo.
El blanco
camino cruza su inmóvil tempestad”.
No fueron muchas las ocasiones de nuestra amistad. Podría enume-rarlas
.Pero hay tres que me parecen las decisivas. La primera fue una charla que
compartieron los arbolillos de Recoleta. La segunda la sostuvimos en la esquina
de los Tribunales de Justicia. Y la última, en medio del ajetreo
ensordecedor de calle Ahumada. En esas tres entrevistas, el tema fue el mismo:
su inmersión a las sombras musicales, su sed de mieles infinitas.
Cáceres era un varón transparente. Su poesía reflejaba el brillo de su
corazón. No habría podido firmar jamás una página baladí. Preparaba una
colección cuentos imaginativos y una biografía del crítico don Eliodoro
Astorquiza, a quien sirvió de Secretario por algún tiempo.
Acaso el poema máximo de su corta y eficaz carrera poética sea un
soneto:“Palabras a un espejo” ,angustioso exponente de un ser cuyas esencias
reclamaban intensidad cotidiana para subsistir en el vórtice de los días:
“Hermano, yo jamás llegaré a comprenderte,
Veo en ti tan profundo y extraño fatalismo
Que bien puede que fueras un ojo del Abismo
O una lágrima muerta que llorara la Muerte…”
Pedro Lastra, el estudioso y crítico literario, dice: ,“Todas esas
men-ciones ( Teitelboim, Sabella, Rojas, Serrano, Teillier) aluden a la
condición sigilosa o espectral de la persona de Omar Cáceres, y a la que
le conviene sugestivamente lo dicho por Gonzalo Rojas:”Creo haberlo
entrevisto….”
Su muerte fue también misteriosa y ni siquiera se sabe con certeza en
que día ocurrió, porque el cadáver fue reconocido en el Instituto Médico Le-gal
varios día después del homicidio nunca aclarado. Debió suceder a fines de
agosto de 1943, ya que las crónicas sobre el hecho aparecieron a princi-pios de
septiembre. Un dato más: el diario que concedió mayor espacio a esas
informaciones y a los comentarios de sus amigos Andrés Sabella y An-tonio
Acevedo Hernández (1885-1962), se llama emblemáticamente para el caso “LAS ÚLTIMAS NOTICIAS”.
“Defensa Del Ídolo”, su único libro publicado.
“De su único libro “Defensa del ídolo”, habría
que decir algo parecido. La circunstancia de su publicación y de su pérdida
casi inmediata, en 1934, me fue relatada por Juan Loveluck, quien la conoció
por un hermano del poeta, que fue su profesor de Castellano en el Liceo de
Viña del Mar. Cuenta Loveluck, en la carta que me escribió a fines de
1995: “Unos pocos estudian-tes éramos invitados a veces por el maestro(…) para
conversar de temas li-terarios(…).Un día me habló de un hermano poeta ,de
un libro, el único que publicó y que el profesor, entre las penas de sus
salarios menguados ,pagó, para qué el joven y extraordinario
poeta Omar Cáceres no quedara en la ignominia. Recuerdo haber
hojeado,en1946 o 1947, el breve volumen, pero no recuerdo si don Raúl tenía otros
ejemplares. El poeta era un poco extra-ño o más bien difícil. La modesta
edición no salió libre de erratas. Tal vez eran muchas para él….Furioso, hizo
una fogata en el patio y ahí terminó la corta vida del poemario. Pocos han
visto un ejemplar que se salvara de la quema.”(PEDRO LASTRA S.- “Sobre poetas marginales”.-Revista MAPOCHO.N° 43.)
Algunas antologías retuvieron ,sin embargo ,al evasivo personaje, y
gracias a ella no desapareció del todo. Una que Eduardo Anguita y Volodia
Teitelboim publicaron en 1935 con el título de “Antología de poesía chilena
nueva” le dio un sitio merecido entre los diez autores
que incluía. Hoy se puese afirmar que la presencia de Cáceres en ese libro fue
un acierto mayor, porque abrió la puerta a sucesivos encuentros con su poesía.
Los testimonios sobre tales encuentros no son raros, aunque para no desmentir
la historia central dl poeta corresponden más bien a las fugacidades de la
oralidad. Junto a lecturas como el justiciero prólogo dr Huidobro, y las
referencias de Anguita, Teitelboim, Serrano y Sabella,ese carácter poseen para
ní los regresos de Omar Cáceres. Porque este ausente ,que tuvo escasos aunque
excepcionales lectores en su mtiempo, ha tenido después recordadores
fervorosos: cuando le conté a Gonzalo Rojas que acababa de copiar “Defensa
del ídolo” ,me sorprendió con su recuento memorioso de muchos versos,
empezando por los del poema
“Insomnio junto al alba”.
Yo
digo que su poesía ha hablado y nos seguirá hablando ella misma”. (Pedro Lastra S.-“Sobre poetas marginales”. Revista MAPOCHO/43).
En la crónica “OMAR CÁCERES, poeta trágico”, Jorge Arturo
Flores, nos dice: “Defensa del ídolo fue su único libro enviado a las
prensas en 1934 Lo curioso de todo esto es que al leer el libro y comprobar las
innumerables erratas, Omar Cáceres montó en profunda cólera y quemó casi
toda la edi-ción, salvándose únicamente los poquísimos que alcanzó
a regalar a sus amigos. De los sobrevivientes de la pira libresca -en sentido
literal- en el año 1996 se publicó. a través del esfuerzo de Pedro Lastra, el
libro de marras, el cual también tuvo publicaciones en otros países de América
del Sur…Queda, en todo caso en la retina, humanamente hablando, la figura dl
poeta mauli-no inserto en la bohemia santiaguina ,exiguo a la hora de publicar
y muerto en circunstancias nada artísticas, lo cual también provocó una
suerte de mito o leyenda en su entorno.-(http//crónicasliterarias.files.wordpress.com/2013/11/
oscar-cáceres.jpg).
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